Lucha contra el cáncer
Ya se trate de desencadenantes medioambientales o derivados de las costumbres y los usos humanos, lo cierto es que la presencia del cáncer sigue siendo una constante en nuestra sociedad. No exageramos si decimos que muy pocas personas en el mundo pueden asegurar no conocer a nadie que sufra o haya sido víctima de esta temible patología en alguna de sus múltiples representaciones. Resulta extremadamente frustrante que, a pesar de tratarse de una dolencia que nos ha acompañado a lo largo de la historia y sobre la que se han empleado ingentes cantidades de dinero y tiempo en investigación y tratamientos, pocos argumentos hacen presagiar su control y menos aún su erradicación. Es más, son espeluznantes algunas cifras dadas a conocer por la Asociación Española Contra el Cáncer acerca de que en 2030 se prevé que haya en España más de 330.000 nuevos casos, a razón de un diagnóstico casi cada dos minutos. En el mundo, los nuevos casos se acercarán a los 22 millones ese mismo año.
En la Semana Europea Contra el Cáncer, que se desarrolla hasta el 31 de mayo, muchas personas, organizaciones sociales y profesionales de la Sanidad de todo el continente lamentan estas nefastas previsiones y piden ayuda para poder enfrentarse a una desigual lucha contra la enfermedad. La mayoría no entiende, por ejemplo, que se esté planteando en el continente elevar el gasto militar hasta alcanzar el 5% del Producto Interior Bruto mientras no se invierte lo suficiente en investigar una plaga que amenaza con afectar este año a cerca de 300 mil personas sólo en nuestro país y que, a buen seguro, enfermará a algunos de los propios legisladores europeos. Cierto es que se han ido produciendo muchos avances en la investigación para mejorar la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes, pero no es menos cierto que si se dedican más recursos esos avances experimentarían un incremento exponencial. Prueba de ello es que con lo invertido hasta ahora la mortalidad se ha reducido considerablemente. Imaginen si se triplicara esa inversión…
Pero en la lucha contra el cáncer no todo depende del dinero. También es de vital importancia que los gobiernos adopten determinadas actitudes políticas y que nosotros mantengamos hábitos saludables en nuestra vida cotidiana para no adquirir demasiadas papeletas en la funesta lotería que supone esta enfermedad. Es evidente que un medioambiente limpio y sostenible y un férreo control sobre la calidad de los productos que consumimos pueden reducir riesgos, porque entorno y consumo parecen ser precisamente áreas sensibles que influyen en el desarrollo de los procesos cancerígenos. Pero no debemos olvidar que en nuestra mano está el evitar malas costumbres como el uso del tabaco, las dietas desequilibradas o el exceso de sedentarismo. Dejar de fumar, aumentar el consumo de frutas y verduras, no excedernos con el alcohol y realizar una sana actividad física quizá no prevengan el cáncer al cien por cien, pero reducirán las posibilidades de contraerlo. Y no olvidemos participar y ayudar en lo posible en cuantas campañas se desarrollan a favor de la investigación y de la atención a los pacientes y las familias, porque nadie en el mundo puede asegurar, desgraciadamente, que es inmune a esta terrible enfermedad. Cualquiera podemos ser los siguientes.